Evaluación: Entre sombras y luz
Entre mis ires y venires hoy me veo enfrentada a reflexionar sobre
lo que hasta el momento he definido como evaluación y lo que en la práctica me
acompaña al aplicarla tanto en mis estudiantes, como en el desarrollo de la
clase. Me doy cuenta que si bien procuro por una evaluación integral que
abarque aspectos tanto académicos como actitudinales, que sea un instrumento
que me permita detectar falencias, errores y métodos para superarlos, en muchas
ocasiones se transforma en una evaluación control en la que se busca que el
estudiarte acate, responda y cumpla con unos objetivos y reglas pre -
acordados.
Trabajo con ahínco por fomentar la participación en clase y la
formulación de preguntas que respondan a las dudas inquietudes que se
presentan durante el transcurso de cada clase, sin embargo en muchas ocasiones
con mis gestos de aprobación o desaprobación, el estudiante duda, se intimida y
en algunos casos aparecen expresiones como " deje así" o simplemente
un "ya entendí", que en últimas es un "no entiendo
nada", y la participación no están fluida como se desearía. Es en estos
casos donde me veo en la encrucijada y reflexiono sobre las razones que me
llevan a evaluar y de que estoy evaluando por un lado la participación, el
preguntar, el interés o simplemente la respuesta acertada, la conclusión lógica
o el razonamiento "correcto".
Al cavilar sobre mi trabajo evidencio que además de tener en
cuenta los contenidos propuestos también se valora la participación y actitud
del estudiante durante la clase e inclusive fuera de ella. Estoy atenta a
la calidad de los aportes en el desarrollo de los ejercicios y problemas
propuestos tanto en el trabajo individual como grupal. Los aportes
significativos y que permiten avanzar se puntúan a través de un aumento de tres
décimas en la nota correspondiente a evaluaciones escritas que se han
realizado, por otro lado los aportes que no son significativos, que están
errados o que no permiten dar solución a la situación planteada no son
acreedores a puntos ni sanción alguna simplemente se comentan y se explica el
por qué no aplican para el caso particular que se está tratando. Ahora se
bajan puntos cuando se rompe con algunas de los acuerdos previamente
establecidas en conjunto al inicio del año escolar, por ejemplo el
incumplimiento de tareas, consulta, el mal porte del uniforme, entre otras.
Creo que la evaluación está presente en todo momento, aunque al momento de ponerla en acción siento
que no se evalúa a todos los estudiantes con igual atención, pues aquellos que
no desestancan ya sea por su buen trabajo o por el escaso trabajo y atención,
pasan en muchas ocasiones desapercibidos. Al momento de revisar y dar una valoración
estos estudiantes me quedan dudas sobre lo aprendido por ellos y la calidad de
su trabajo en clase, pues no tengo muchas referencias y argumentos que me
permitan valorar su proceso, lo cual es algo preocupante que me invita a mirar
mi trabajo y revisar las estrategias aplicadas.
En busca de mejorar y tener una perspectiva más amplia de los
estudiantes y su aprendizaje, se acostumbra, ya sea a en la realización de pruebas
escritas, participación, trabajo individual o en grupo, ubicarse en diferentes
puntos del aula. Es así como se observan el trabajo y participación de los
estudiantes desde el escritorio
del docente, al caminar en medio de las filas, desde la parte de atrás o desde
casa al observar los avances y entradas al blog o las ayudas
proporcionadas a través de la web.
Al evaluar se integran, participación, cumplimiento con los
deberes, presentación personal, actitud en clase es decir el estar atento, el
trabajo tanto individual como en grupo, el esfuerzo y motivación al tratar de resolver
los ejercicios y el interés por aclarar dudas y preguntar. Se acostumbra
resolver los ejercicios en el tablero y en especial lo que los estudiantes
reconocen como de gran dificultad, siendo ellos mismos quienes traten de dar
solución a los mismos con la ayuda y aportes de todos, de ahí que la
participación y el entusiasmo por salir al tablero sea uno más de los aspectos
a tener en cuanta al momento de evaluar. Sin embargo veo con preocupación que
algunos estudiantes muestran temor e inseguridad, lo que les impiden que participen
y respondan libre y confiadamente.
Asimismo se acostumbra realizar evaluaciones escritas de los
contenidos trabajados, las que se resuelven parcialmente en el tablero teniendo
en cuenta el grado de dificultad evidenciado al momento de revisarlas. Se hacen
comentarios escritos que permitan reconocer el error y se puedan así hacer las
correspondientes correcciones. Igualmente se valora la calidad de las consultas
y el análisis y comprensión de las mismas a través de las preguntas que se
hacen en clase.
Todo lo anterior con el fin de una mayor comprensión de los
contenidos, de mejorar y corregir errores, de cambiar la forma de ver la
matemática y un acercamiento al área, de fomentar la autonomía y el entusiasmo
por aprender. De ahí que para mí evaluar sea verificar y mejorar.
Verificar los aprendizajes de los estudiantes, mejorar al corregir
errores, y fomentar una actitud asertiva hacia la matemática. Es identificar
los puntos débiles con miras a fortalecerlos. Una evaluación que tiene en
cuenta la parte conceptual y actitudinal.
Sin
embargo al revisar algunos documentos que hablan de evaluación veo que la
definición que expongo de evaluación se queda corta pues este concepto abarca
un sin número de elementos. Es así como al evaluar no solo se evalúa el
estudiante sino el docente, su práctica pedagógica, el currículo, la signatura,
el programa de estudios, la institución. Hablar de evaluación y específicamente
de evaluación formativa requiere que el concepto de evaluación sea más que un
acto calificativo de índole cuantitativo.
Siendo la evaluación un elemento fundamental de los procesos de enseñanza aprendizaje, creo necesario hacer una revisión seria del modelo pedagógico que en ruta la institución educativa. Lo expuesto líneas arriba deja entrever que si bien se cuenta con un modelo constructivista que aboga el desarrollo intelectual, humano y social del individuo, en la práctica la evaluación no parece cumplir con estos principios, pues al tener que dar una calificación al estudiantes y el asegurar que estos logren obtener buenos resultados en las pruebas externas se está descuidando la parte humana y social que lleva implícita el acto de educar y que hace parte de ese ideal por alcanzar.
Aunque se pretenda ejercer una evaluación formativa que abarque tanto la parte conceptual como actitudinal, es evidente que pesa más la parte conceptual y académica que la humana y social. Y que aunque se hacen esfuerzos por centrarse en el aprendizaje del estudiante y por aplicar un enfoque constructivista en muchos casos pesa más la costumbre y la tradición y se sigue un modelo conductista en el que la evaluación sirve más como mecanismo de control y el docente es el encargado de verificar y dar el aval para pasar el siguiente contenido o curso.
Se hace necesario repensar la evaluación, ampliar la idea que se tiene de ella como medio de medición, y dar inicio a una cultura de evaluación en búsqueda de una calidad educativa que no se ciña únicamente a la parte académica sino que tenga en cuenta al individuo como ser social, político, inmerso en un contexto que de una u otra forma lo moldea y condiciona. Una evaluación que permita mejorar los procesos de enseñanza-aprendizaje, que no se limite únicamente a la escuela sino que abarque al resto de las actividades sociales. Una evaluación que permita obtener información, procesarla y emplearla de forma eficaz dando paso a la reflexión y retroalimentación con miras a un mejoramiento continúo.